18 Agosto 2022 Escrito por  Guillermo Urías EL VIGÍA

Reyes Fregozo y Norberto Mendoza

La historia del mundialista guaymense que cimbró las estructuras del beisbol infantil manejado por adultos

Después del abrazo y presentación de Blanca Rangel, su esposa, tengo frente a mí, sentados en los mullidos sillones del restaurant del hotel San Enrique, al otrora niño que maravilló a México y el mundo del beisbol en 1977, desde el futbolero DF.
Sereno en su hablar --de mirada limpia--, da el primer sorbo a su café y la cascada de añoranzas se convierten en fechas, cifras y recuerdos --atropellados a veces-- de su campeonísima carrera deportiva que tuvo su pasaje nublado… Empañado.
41 años han pasado desde que aquel vendedor de Bimbo que entregaba en Abarrotes Tonicand, que atendía su madre en la prolongación Pedro G. Moreno y avenida 10 y 11, lo invitó a jugar beisbol a la Unidad Deportiva.
El niño zurdo llamó la atención de su primer contacto con el Rey de los Deportes cuando con palo de escoba y pelota de esponja, perdía la esférica en casas y rúas aledañas en su barrio San Vicente; sería mejor pitcher el nacido el miércoles 9 de enero de 1963.
“Me emocioné mucho cuando me invitó a jugar con los Delfines”.
Allí comenzó la historia de campeonatos municipales, estatales, nacionales y un mundial en que fue jugador más valioso, campeón pitcher, campeón bat y campeón jonronero.
La portada de las secciones deportivas de los principales diarios de la Ciudad de México, sede del campeonato mundial categoría 11-12 años, lo elogiaron como el mejor pelotero infantil de la categoría en todo el planeta… Pero tenía 13 años.
Desde que fue convocado con la Selección Sonora al Nacional en Tijuana, el mánager Meño Ochoa Beltrán (+) le informó jugaría con otro nombre: Norberto Mendoza. De ello se enteraron en la frontera los dirigentes nacionales de beisbol infantil y juvenil, Miguel Oropeza y Benito Rivera.
En la Infantil B fue campeón Nacional con Sonora, en la competición celebrada en Durango. Al Nacional de la Juvenil A en Tijuana, fueron convocados como refuerzos él y el también zurdo Claudio Luna. Allí fueron subcampeones.
Jamás dimensionó causa; él quería jugar beisbol y conocer otras ciudades. Cuatro veces llamaron a su casa de la Federación Mexicana de Beisbol preguntando por Norberto Mendoza. Su padre, Antonio Fregoso, les reiteró allí no vivía ningún Norberto.
Los federativos se abrieron de capa y hasta la cuarta ocasión, Reyes habló con ellos; le mandarían boleto de avión para hacer preselección rumbo al mundial del 23 de septiembre al 4 de octubre en la gran ciudad de México.
Corría el mes de agosto, su ilusión de seguir viajando y participar en un mundial, lo hacían estar en forma corriendo a todas horas sin importar las altas temperaturas que ese verano registró la ciudad y puerto de Guaymas.
A su padre le hacía ruido saber y entender por qué su hijo se llamaría Norberto Mendoza, y tras cascada de súplicas del chamaco de 13 años, lo dejó ir a la preselección mexicana y viajar y conocer el DF, con una condición: “No te apliques, y te regresarán; lo paseado nadie te lo quitará”.
Por supuesto, que no hizo caso y en la gira de la preselección fue el más destacado arriba de la loma y con el bat al hombro. Ganó todos los que lanzó y conectaba uno o dos jonrones por juego… Y, por supuesto, se quedó.
Fue un mundial round robin; el único juego que perdieron fue contra Cuba. Venezuela fue el rival en la gran final y los venció 4-3 enfundado en la casaca número 13 de México, además de conectar el jonrón del triunfo. De estar concentrados en el Comité Deportivo Olímpico Mexicano, pasaron al estrenado Hotel México a celebrar el campeonato mundial.
El periódico ESTO lo publicó en su portada y lo investigó hasta saber que su nombre no era Norberto Mendoza, sino Reyes Fregoso, pero tras la gira triunfal del seleccionado azteca por Tamaulipas y Chihuahua, el sábado 15 de octubre regresó a su tierra.
Antes, en el DF, debió esconderse de la prensa una semana en la residencia del acaudalado empresario Isaac Itzkowich, padre de un compañero de equipo, enterándose que a Meño Ochoa lo habían castigado de por vida los federativos que supieron desde Tijuana, su verdadera identidad.
Cuando bajó del avión en el Aeropuerto Internacional “General José María Yáñez Carrillo”, lo sorprendió la multitud y el mariachi que, a su padre, filarmónico, lo acompañó. Estaba gente de El Imparcial; la bomba había estallado.
Recuerda perfectamente las palabras de aliento de Francisco Rodríguez Gómez, “El Gallo”: “Eres un gran campeón… disfrútalo”.
Los trofeos y reconocimientos abundaron, pero el mejor reconocimiento a su desempeño fue asistir a la Serie Mundial de 1979 entre Piratas de Pittsburgh y Orioles de Baltimore, invitado por Isaac Itzkowich, amigo del dueño de los campeones a quien dijo, “algún día, este muchacho estará en tu equipo”.
Residenciado en Guaymas desde su niñez, aunque oriundo de Santa Rosalía, Baja California Sur, Enrique Romo Navarro fue campeón en esa serie mundial con Pitsburgh: “Fue el mejor regalo; Don Isaac me quería tanto que hasta pidió me fuera a vivir con ellos a la ciudad de México para impulsar mi carrera”.
Aunque nunca fue castigado en el beisbol amateur por su condición de niño, y la circunstancia en que se dieron los hechos, Reyes Fregoso se perdió, aquella semana que lo escondieron de la prensa, lanzar la primera bola en el juego inaugural de la Liga Mexicana del Pacífico en el estadio “Abelardo L. Rodríguez”, ante su afición y sus queridos Ostioneros de Guaymas.
De Norberto Mendoza, como de Camelia La Texana, nunca más se supo nada. Quien acarreó con el estigma de haber prestado su acta de nacimiento, fue el hoy odontólogo y próspero empresario gastronómico y amante eterno del beisbol, amén de excelso anfitrión en San Luis Río Colorado, Norberto Corona Mendoza.
“Ese evento me hizo famoso, popular, pero nada tuve que ver, salvo que mi nombre, y segundo apellido, coinciden”, precisa en conversación inbox desde la frontera, con este acomodador de letras, el propietario del restaurant de pescados y mariscos Mr. Choby’s, y El Tacupeto, “Los mejores tacos de Sonora”.
Jugó en casa y fue campeón estatal Primera Fuerza con Guaymas al lado de Francisco “Zurdo” Zavala –jugador más valioso--, Ramón “Loco” Romo, Manolo Gil, Álvaro Valenzuela, Ramón y Lalo Ríos, Manuel Romo y José Ramón “Chaquira” Preciado, entre otros, en San Luis Río Colorado. José Enrique Gaxiola estaba convocado, pero el nacimiento de su hijo Luis Armando lo privó de ser campeón.
Francisco Javier Rodríguez Leyva fue el mánager.
En Clase Abierta fue campeón invicto con El Palomito, patrocinado por Modesto Cadena. “Ganamos 21 juegos consecutivos”; cosa curiosa, recordó a más peloteros del equipo contrario, Suterm, que de los campeones entre los que estaban José Vicente “Bachi” Raygoza Romo, Pancho Bustillos, Mico Estrada, Childo Escalante, Martín Raygoza, entre otros.
Por Suterm, al modo, “puro caballo”: Manuel “Picudo” Romo, Álvaro Valenzuela, Miguel “Negro” Ojeda, Ramón Ángel “Raro” Rivera, Ramón y Lalo Ríos, Félix Tejeda, Manuel “Lobo” García, Gilberto Barraza y los hijos del mánager Plácido Davis.
“A ese trabuco le ganamos el campeonato en 1986, y creo que hasta la fecha nadie ha logrado la hazaña de coronarse invictos”.
Cinco mil pesos lo convirtieron en pelotero profesional a los 16 años. Lo firmó el también guaymense Francisco “Cisco” Campos (+) para Tecolotes de Nuevo Laredo, quienes lo enviaron a Isla Mujeres, Liga Central. Corría el año 1980.
El campo, recuerda, era arenoso y nunca se sintió cómodo pues el pie de apoyo carecía de soporte firme. Con lo que si estaba conforme es que en el equipo había 9 guaymenses: Alejandro Estrada, Martín Meza, Fernando “Choro” Cruz, Esteban “Tinochi” Brambila, Charly “Potro” González, y tres más que escaparon a la memoria.
Tomás Herrera era el mánager y Jorge Fitch el coach. Por dos jugadores fue canjeado a Cachorros de León. Allí tuvo como mánager a Jesús Mora, hermano del toletero Andrés Mora. Miguel Ángel Castelán era estrella; Arturo Jiménez –hermano de Houston—y Abel Sánchez –hermano del cajemense y ex Ostionero Raúl--, peloterazos inolvidables.
El porteño José “Brujo” Collins, estaba también en la nómina de León. Fue parte, Reyes Fregoso, de la gira que Pepe Elguezábal realizó a Santa Rosalía, Baja California Sur, donde un mentado “Flechas”, de nombre Francisco Javier Ruiz Osuna, conectó el jonrón más largo visto por los presentes a José Collins, hoy taxista en Soriana.
“Ganaba 9 mil pesos mensuales y lo que más me gustaba era saludar a otros peloteros guaymenses como Jesús Antonio ‘Pasos’ Barrera, novato del año con Charros de Jalisco, Martín Enríquez, Martín Antúnez y tantos consagrados”.
Tras la huelga de 1981-1982, Raúl Cano lo invitó a un mundial de Primera Fuerza a Japón; se entusiasmó como nunca y un día le solicitaron su visa y, al no estar vigente, lo cortaron de la selección. “Fue decepcionante, me dio pa’bajo, quería ir a Japón”.
Arreglada su visa, jugó en la Liga “Mike Brito”, en Los Ángeles, California, y retornó a Zimapán, Hidalgo, donde actualmente reside.
Allá alternaba su trabajo en una tlapalería para ir a jugar al DF, a la Liga Metropolitana: “En la tlapalería ganaba 900 pesos semanales y por 12 juegos mensuales, me pagaban 36 mil pesos, tres mil por juego”.
La temporada 79-80 jugó Liga Norte con Vaqueros de Agua Prieta, y en la Liga de los Tres Valles con Guaymas.
En 1982, y hasta 12 años después, se estableció en el puerto. Octavio Llano Zaragoza, que lo apreciaba, lo contrató de chofer administrativo en Construcciones de Guaymas. Aquí nacieron sus hijos Israel, Gilberto y Rosy.
Israel es licenciado en Sistemas, trabaja y vive en Nueva York; Gilberto estudia una maestría en Educación Física en Itson y es maestro de deportes del Instituto Cervino Guaymas; Rosy es maestra en Zimapán, Hidalgo, a donde retornó la familia en 1994.
Su suegro, don Gilberto Rangel, cedió negocios a Blanca y Reyes, pero también su deseo de fomentar en Zimapán el beisbol.
“El estadio estaba en malas condiciones, poco a poco lo fuimos acondicionando con apoyo de muchos, hasta que estuvo funcional. Pachuca siempre era el campeón estatal. Siete veces los enfrentamos en la era reciente, y las siete las ganamos”.
Concluyó estudios truncos y hoy en día es maestro de deportes en preparatoria de Zimapán. De 51 años, a los 45 lanzó y ganó el juego de campeonato estatal en Hidalgo, contra Pachuca.
Después de su familia, el beisbol es su pasión. Disfruta por sistema de cable los juegos de Liga Mexicana y del Pacífico, y lo llena de orgullo cuando un guaymense salta al terreno de juego.
El beisbol lo desayuna, almuerza, come, merienda y cena… Y también lo sueña. (Acopio informativo de Ascensión Sánchez).

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