La historia de la locomotora está íntimamente relacionada con la del carruaje automático a vapor ideado para circular por carreteras. La idea de tener una vía especial para las ruedas de los vehículos de carga se remonta al tiempo de los romanos, quienes alineaban bloques de piedra dispuestos en vías paralelas para que por ellas circulara la porción de la carretera, es decir pasaran las ruedas.
Durante el siglo XVIII, los trabajadores de diversas zonas mineras de Europa descubrieron que las vagonetas o carros cargados se desplazaban con más facilidad si las ruedas giraban guiadas por un carril hecho con planchas de metal, ya que de esa forma se reducía el rozamiento.
Hacia finales del siglo XVIII se volvió común el uso de vías con carriles de madera con la superficie superior redondeada, que facilitaban el traslado de los carros de carga al contar con llantas acanaladas de hierro colado en los vagones. Así fue como se hizo más fácil el arrastre por pendientes y fue necesario rebajar cerros, rellenar las depresiones en terrenos y construir puentes sobre los ríos. Posteriormente, los carriles de madera fueron recubiertos con planchas de hierro colado. En 1776 se construyó en Sheffield (Inglaterra) una vía tendiendo barras prismáticas de hierro colado sobre vigas de madera.
LAS PRIMERAS LOCOMOTORAS
El mérito de llevar a cabo la construcción de la primera locomotora que marchó sobre carriles, en febrero 24 del 1804, corresponde al ingeniero de minas inglés Richard Trevithick, quién adaptó una máquina de vapor, que se utilizaba hasta entonces para bombear agua, para que tirara una máquina locomovible que logró circular a una velocidad de 8 km/h con lastre de cinco vagones, cargados con 10 toneladas de acero y 70 hombres, sobre una vía de 15 km de la fundición de Pen-y-Darren, en Gales del sur.
La primera vía férrea pública del mundo, la línea Stockton-Darlington, en el noreste de Inglaterra, dirigida por George Stephenson, se inauguró en 1825. Durante algunos años esta vía solo transportó carga. La primera vía férrea pública para el transporte de pasajeros y de carga que funcionaba exclusivamente con locomotoras de vapor, fue la de Liverpool-Manchester, inaugurada en 1830. También fue dirigida por George Stephenson y su hijo Robert.
El éxito comercial, económico y técnico de la línea Liverpool –Manchester transformó el concepto de vías férreas. Desde mediados de la década de 1830 se desarrolló con rapidez en Gran Bretaña y en Europa Continental la construcción de vías férreas entre ciudades.
LAS CONCESIONES
Los ferrocarriles ingleses fueron construidos por empresas privadas, con una mínima intervención del gobierno, pero en Europa continental la construcción estuvo controlada por los gobiernos nacionales o estatales. Así se estableció en Europa (excepto Gran Bretaña) la tradición del ferrocarril como empresa pública y la obligación del gobierno de financiar.
La intervención estatal se consideró primordial para elegir y unificar el ancho de vía. Los constructores de Europa y de Norteamérica adoptaron en general el ancho de 1,435 mm (56 pulgadas y media). La normalización internacional de este ancho se produjo en la conferencia de Berna de 1887.
La construcción de vías férreas se expandió en 1840, a finales se habían construidos 10,715 km; de vía en Gran Bretaña; 6,080 km; en los estados alemanes y 3,174 km; en Francia. Los viajes en tren se hicieron populares, aunque la rápida expansión de los ferrocarriles europeos derivó de la necesidad de la naciente industria de transportes de productos.
En Estados Unidos, tras la inauguración en 1830, en Carolina del Sur, del primer ferrocarril de vapor para pasajeros, la construcción de vías férreas avanzó por la costa este desde Canadá hasta el Golfo de México.
En América latina, el primer ferrocarril se inauguró el 15 de septiembre de 1850 en México. Se trataba de un tramo de menos de 20 km; que unía el puerto de Veracruz con la vecina población de San Juan. Más tarde, en 1873, se completó la línea que unía el famoso puerto con la capital del país. Las inversiones importantes para el desarrollo de las redes ferroviarias en América Latina se realizaron a través de concesiones que otorgaban los gobiernos, en especial a empresarios británicos y estadounidenses.