La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas ha pospuesto la entrega 93 de los Premios Oscar de 2021 —que debieron celebrarse el pasado 28 de febrero— para el próximo 25 de abril.
La verdad es que todos pensaban que en medio de una pandemia que no da tregua, con una gran cantidad de salas de cine cerradas, estrenos pospuestos y producciones paralizadas, el evento terminaría no celebrándose.
Pero, como dice la famosa frase: The show must go on. Y así ha sido. La entrega será transmitida por ABC de una manera híbrida en la que habrá presencia y virtualidad. Según la revista Variety, ya miembros de la Academia han visitado el Dolby Theather de Los Ángeles, sede de la premiación, para ver cómo podrían implementarse los protocolos sanitarios de seguridad en ese nuevo formato.
Al parecer, la idea sería que algunos de los actores nominados, ya vacunados por su edad, asistieran en persona al teatro. Pienso que podrían ser Anthony Hopkins, por The Father; Delroy Lindo, por Da 5 Bloods; Ellen Burstyn, por Pieces of a Woman; y Meryl Streep por The Prom.
Otros, más jóvenes, lo harían desde los estudios o desde sus hogares, como Gary Oldman, por Mank; Riz Ahmed, por Sound of Metal; Carey Mulligan, por Promising Young Woman; y Zendaya Maree Stoermer, por Malcolm & Marie.
En realidad, no se saben todos los detalles. Por ejemplo, la Academia no ha anunciado si en esta ocasión, dada la condición híbrida del espectáculo, volverán a utilizar un presentador para darle continuidad a los segmentos. O si los números musicales, si es que hay alguno, se realizarían en vivo en el teatro o vía satélite desde un estudio.
Todavía quedan muchas preguntas sin contestar. Entre ellas esta, quizás la más importante para la Academia desde un punto de vista económico: ¿seguirán bajando, como han venido haciendo desde hace años, los niveles de audiencia?
Lo más probable es que sí. Y es que aun antes de la pandemia, la entrega de los Premios Oscar, una de las ceremonias más importantes de la industria del cine, había dejado de ser lo que era. Ya no es aquel ritual televisivo que se transmitía en vivo a más de 100 países y que era visto por más de 300 millones de personas alrededor del mundo.
Ahora a los televidentes no les importa la llegada de las lujosas limusinas ni el majestuoso descenso de las estrellas en sus vestidos de marca.
Y cómo va a importarles si ahora pueden ver en Twitter las fotos que los artistas ganadores suben a sus páginas desde los salones de prensa detrás del escenario, estatuillas y copas de champán en las manos, trivializando la condición de séptimo arte adquirida por el cine a través de sus más de 100 años de existencia.
La realidad es que, como quiera que sea la forma en que la entrega de los Oscar de este año se realice, ya nada —la pandemia lo ha cambiado todo— será igual. Pero por lo que se sabe hasta ahora, esos cambios no serán para bien.
Hace poco, cuando se anunció la nueva fecha, un amigo me preguntó si pensaba ver la ceremonia por televisión. Sin pensarlo dos veces le contesté que sí. Y reafirmé mi respuesta diciéndole: “Después de 40 años viéndolos no pienso dejar de hacerlo ahora”.
Sí, hace 40 años que los veo. Todavía lo recuerdo como si fuera hoy: 14 de abril de 1980. Y también recuerdo la película ganadora: Kramer vs Kramer. Y, claro, al Mejor Actor y a la Mejor Actriz: Dustin Hoffman y Sally Field.
Y aunque yo no había visto ninguno de los dos filmes ni conocía a los actores ganadores porque acababa de llegar de Cuba, no me importó. Después de todo, era mi primer Oscar. Y yo estaba, gracias a la magia del cine, en el paraíso.