En estos momentos, Guaymas, Empalme y el país en general enfrentan una situación de violencia sin precedente, muertes violentas todos los días, daños e incertidumbre en el clima social enrarecido en el día a día. Justo por eso es que la presión hacia las autoridades se eleva y con razón, son varios años de la estrategia de seguridad, cientos de refuerzos y pareciera que lejos de mejorar, el ambiente se torna más tenso y crudo en zonas conflictivas de la región. Sin dejar de señalar la alta responsabilidad del gobierno para resolver la crisis, conviene hacer una reflexión sobre lo que como sociedad se debe hacer considerando que en algunos sectores las actividades de delincuentes se han normalizado. Los buenos siempre son más, eso está claro históricamente en Guaymas y la Ciudad Jardín donde todos los días mujeres y hombres se levantan para trabajar en maquilas, en comercios, en el mar, o promueven el autoempleo en puestos, tianguis, de casa en casa como lo hace la gente formada en la cultura del esfuerzo, esa que ha construido las empresas más grandes aquí por la incansable labor de familias de arraigo reconocidas por generar empleos. Así es el puerto, así es en Empalme, sin embargo, no se puede ser ajeno a la realidad de que hay quienes han tomado la decisión de irse por caminos de riesgo al margen de la Ley para recrudecer el de por sí desordenado ambiente de inseguridad y lo hacen desde diferentes sectores porque en algún momento se intentó volver normal algo que va contra la paz social y las consecuencias han sido dolorosas. Hoy por hoy, hay familias destruidas por desapariciones, adicciones, asesinatos, amenazas, hay jóvenes perdidos, profesionistas que no volvieron a su casa y hogares de luto. Gente común que tomó decisiones equivocadas y con eso contribuyó a generar más violencia que, como siempre se dice, son las corporaciones policiales las encargadas de combatir a delincuentes y ahí es donde entra la corresponsabilidad ciudadana para alejarse de situaciones de riesgo. Porque no hay camino más seguro que el trabajo honesto sin que suene a discurso político, no hay otra vía del progreso que conducirse derecho, tal vez será más difícil el construir patrimonio, pero también será más enriquecedor y digno de orgullo el avanzar con la frente en alto. Esa es la aportación que cada familia puede hacer para acabar con la crisis de violencia, blindar los hogares y nunca, por ninguna razón, normalizar la violencia ni acostumbrarse a la inseguridad sino fomentar valores a las nuevas generaciones y predicar con el ejemplo del trabajo que ha distinguido a una comunidad que hoy está lastimada por la violencia y cuya esperanza de paz está depositada en la labor de las autoridades y en la convicción de ciudadanas y ciudadanos que viven de su esfuerzo, que luchan por sus hijos, que sudan para lograr patrimonio y que pugnan por tener un lugar mejor para vivir con seguridad.