Seguimos vivitos y coleando. Por encima de la azarosa política y la precaria economía de la República los mexicanos jamás perdemos el gozo de vivir, y disfrutamos plenamente los sencillos placeres que derivan del trato familiar y con amigos. Eso se muestra en las fiestas de la temporada navideña y de fin de año, que festejamos como si moráramos en Jauja. Y es que la verdadera riqueza no consiste en tener mucho dinero, sino en tener pocas necesidades qué satisfacer. A eso se llama templanza, virtud cardinal muy olvidada que nos permite estar contentos, es decir, contenidos en un límite sano, en esa aurea mediocritas que los latinos postulaban. No es la tal aurea mediocritas -según mediocre traducción- una gris mediocridad aceptada con resignación, sino un sabio justo medio que nos aleja lo mismo del dispendio que de la avaricia, y que nos pone en armonía con los demás y con nosotros mismos. Así pues, nada de pesimismos y temores; nada de augurios catastróficos. Tenemos vida, y ésa es la base de todo. Sigamos adelante sin dejarnos vencer por males propios y ajenos, y seamos mejores cada día: mejores padres, mejores hijos, mejores esposos, mejores amigos, mejores vecinos. (También mejores suegras y suegros y mejores nueras y yernos). Mejores personas, en fin. Digamos: "En mí comienza el cambio". Y con esa actitud positiva, vengan los problemas. Los superaremos. El vendedor de seguros entrevistó a don Cornulio en la sala de su casa. Pretendía venderle un seguro de vida, pero el presunto cliente resistía todos los argumentos de venta. Finalmente el vendedor recurrió al resorte sentimental. Le dijo al renuente señor: "¿No se ha preguntado usted qué hará su esposa el día que usted emprenda el viaje que no tiene retorno?". Contestó don Cornulio: "Supongo que simplemente ya no se esconderá para hacer lo que hace ahora que emprendo viajes que sí tienen retorno". Un mes después de la fiesta de Navidad en la oficina la linda secretaria Rosibel comentó que sentía antojo de pepinillos con fresas. Por efecto de esa ominosa frase al día siguiente cuatro empleados no regresaron ya al trabajo. Terminó el partido de futbol femenino. Las jugadoras estaban en las regaderas cuando entró el árbitro. Todas empezaron a gritar y a taparse lo que podían con lo que podían. Les dijo el silbante, burlón: "¿Por qué se cubren, chicas? ¿No gritaban en la cancha: '¡El árbitro está ciego!'?"... Astatrasio Garrajarra, el borrachín del pueblo, fue a la iglesia y le pidió a la Virgen que le hiciera el milagro de mandarle algunos pesos, pues a causa de las parrandas de la temporada se había quedado sin dinero. Volvió al día siguiente, pero sucedió que por la Navidad el señor cura había quitado la imagen de la Virgen, y en su lugar puso al Niño Dios. Lo vio Garrajarra y le preguntó: "Oye, chamaco: ¿tu mamá no te dejó un dinero para mí?"... Doña Macalota llegó a su casa y encontró a don Chinguetas, su marido en la cama con una guapa chica. Antes de que la señora pudiera decir palabra don Chinguetas se adelantó a explicar la situación. "Esta pobre muchacha -relató- vino a pedirme algo de comida. Le ofrecí de cenar. Traía unos zapatos tan gastados que le regalé unos tuyos que ya no usas. Su suéter estaba tan raído que le di uno que tampoco usas desde hace varios años. Su pantalón lo traía ya lleno de parches, y le entregué uno que has dejado de usar. Ya iba saliendo de la casa, pero se devolvió y me preguntó: 'Señor: ¿de casualidad no hay algo más que su esposa ya no quiere usar?'. Y aquí estamos". FIN.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
John Dee se hallaba triste. El año se le había ido como agua entre los dedos. Había leído mucho, sí; pero leer no es todo. Había escrito mucho, sí; pero escribir es nada. Se entristecía John Dee; se preguntaba a dónde se habían ido aquellos 365 días que perdió.
En eso escuchó ruidos alegres en el patio: reía su mujer, gritaba su hijo, ladraba su perro, y el viejo criado de la casa cantaba una canción. Pensó John Dee que amaba a su mujer, y amaba a su hijo, y a su perro, y al viejo criado, y a su canción, y al mundo. Aunque no había hecho nada en todo el año, había amado. Entonces oyó una voz dentro de sí. La voz le dijo que no perdió sus días si en ellos puso amor. No supo John Dee si esa voz era la voz de Dios o era la suya, pero supo que era una voz verdadera, porque el amor es siempre la mejor verdad.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
Por AFA.
"... Será mejor que éste el próximo año...".
Le parece bueno el tema,
y dice el escribidor
que cualquiera, sin problema,
podría ser mucho mejor.