02 Febrero 2023 Escrito por  Armando Fuentes/Catón AGENCIA REFORMA

De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.- Babalucas llegó a un lujoso de esos restoranes donde comes rico, pero sales pobre y le preguntó al mesero que lo atendió cuál era la especialidad de la casa. Le informó el camarero: "Son los caracoles, señor". "Lástima -se entristeció Babalucas-.

Llevo prisa"... Dos ángeles volaban y revolaban por el azul y despejado cielo. Uno le comentó al otro: "El observatorio meteorológico anuncia nubes para hoy en la tarde". "¡Magnífica noticia! -exclamó, feliz, el otro ángel-. ¡Ya no veo la hora de sentarme a descansar un rato!"... Hace algún tiempo -de todo lo que he vivido hace ya algún tiempo- vi la actuación del ballet folklórico de un país europeo, cuna de la civilización occidental, cuyo nombre no he de citar a fin de no incurrir en injusticia, pues quizá la danza popular de esa nación no estuvo bien representada por el grupo que nos visitó. Larga, tediosa, monótona fue esa presentación, tanto que en el intermedio una buena parte del público, fatigada la gente de ver y oír lo mismo una y otra vez, abandonó la sala. Vuelvo a decirlo: quizá los directores de ese grupo no lograron mostrar todo el caudal de las danzas de su tierra. Pero en todo caso me quedé pensando en la inmensa riqueza que los mexicanos tenemos en el campo de la música y la danza populares. Cuando un ballet folkórico de México recorre el mundo, invariablemente arrebata el entusiasmo de los espectadores, que quedan deslumbrados y seducidos por la variedad de nuestras danzas, por su vigor o su ternura, por su hondo sentido humano, por su belleza y colorido. ¡Cómo no vamos a estar orgullosos de haber nacido en un país como este México nuestro, que puede ofrecer al mundo ese tesoro inigualable! Cosas malas tenemos, lo mismo que todas las comunidades humanas que habitan el planeta, pero muchas cosas buenas tenemos también, y en ellas difícilmente nos superan otros pueblos. Aprendamos a valorar nuestro folklore, y encontremos en él uno más de los muchos, muchísimos motivos que México nos da para quererlo... Don Usurino Matatías, el avaro mayor de la comarca, les habló, solemne a sus cuatro hijos: "Es mejor tener un millón de amigos que un millón de pesos". Su esposa se molestó al oírlo decir aquella frase, sentimental quizá, pero muy poco práctica para la vida. Lo llamó aparte y lo reprendió: "Cómo les dices eso a los muchachos? Les vas a quitar el deseo de ganar dinero". "Lo que les dije está bien dicho, y muy puesto en razón -se defendió don Usurino-. Si tienes un millón de amigos ninguno de ellos se negará a prestarte 5 pesos, y entonces tendrás 5 millones de pesos"... No entendí el cuento que en seguida viene y con el cual termina hoy esta columna, pero quienes lo leyeron me aseguran que contiene una elevada carga de sicalipsis. Mis avispados lectores seguramente lo entenderán, y sabrán entonces si esa afirmación es cierta. Simpliciano, joven inocente, no sabía nada de las cosas de la vida. Era candoroso, ingenuo, cándido. Se casó, sin embargo, y fue con su flamante mujercita a pasar la luna de miel en el hotel de lujo de una playa de moda. La noche de las bodas ella se bañó, se perfumó, se puso un vaporoso negligé que dejaba ver todos sus encantos y se tendió en el lecho en espera de los acontecimientos, pues ella sí sabía lo que debía pasar. Pero Simpliciano nada hacía: sentado en la orilla de la cama solo la miraba, y parecía aguardar algo. Después de largo rato de espera le preguntó la enamorada y anhelosa novia: "¿Qué te detiene, Simpli? ¿Por qué no vienes a mis amorosos brazos?". Respondió el inexperto joven: "Estoy esperando que se me baje esta inflamación"... (No le entendí)... FIN.

MIRADOR
Por Armando Fuentes Aguirre
En cada lugar del mundo hay un prodigio. Salgo en mi coche del estacionamiento y me detengo para que pase una persona. Vuelvo la vista a un lado y ahí, sobre la acera, miro un pájaro negro. Es un tordo. Su plumaje, de un negro más negro que el más negro color negro, se irisa sin embargo con matices verdes, y azules, y morados, de modo que aquel plumaje que se diría simplemente negro está en verdad pintado en glorioso technicolor.
"Glorioso" digo, no por usar la vieja frase consagrada por el cine de ayer, sino para decir que este pájaro proclama la gloria de una infinita creación que no miramos nunca, pues sólo ponemos ojos en lo nuestro. Si viéramos los seres y las cosas con el recogimiento con que se mira lo sagrado -todo es sagrado- nuestra alma se irisaría también con los infinitos colores de esta gloriosa creación en que vivimos, en la que siempre viviremos.
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS
Por AFA
"... Algunas empresas mexicanas enfrentan la competencia extranjera...'".
Están ahora renuentes
a aceptar esa presencia.
Por no tener competencia
se hicieron incompetentes.


NOTA
La opinión del autor no es responsabilidad de esta Casa Editorial.

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