Todo para que de repente gente sin título o sin conocimiento en alguna de las tantas ramas de la medicina lucre con la ignorancia de quienes depositan su confianza en una bata blanca.
Lo peor es cuando con todo y título se convierten en mercenarios de la salud por prácticas infames en contra de personas de la tercera edad cuyas familias buscan darles vida de calidad, jóvenes que quieren mejorar su cuerpo, padres de infantes de comportamiento que requiere diagnóstico.
En Guaymas y Empalme hay caso de ancianos sometidos a tratamientos irregulares en clínicas con geriatras casi delincuentes, niños con problemas psiquiátricos que no son evaluados como necesitan, mujeres con cicatrices de por vida y no hay quien se atreva a denunciar.
Entre tanta negligencia, una familia del puerto decidió presentar denuncia penal contra grupo de médicos de Hermosillo después del deceso de un paciente que fue sometido a la manga gástrica sin atención pre y post hospitalaria adecuada, lo que pudiera servir para sentar un antecedente de alerta en otras personas en circunstancia similar a la de Eduardo Barreto, taxista que murió por una mala valoración con costo a la vida y aparte 80 mil pesos de la cirugía.
Mientras el proceso legal sigue y cientos de afectados por malas prácticas en la medicina, están los verdaderos profesionales que sí se preparan para prestar buenos servicios y son blanco de competencia desleal por parte de colegas sin ética.
Y también está la autoridad que se queda al margen del desorden con el pretexto de que no hay denuncias cuando las atribuciones de la Secretaría de Salud la facultan para inspecciones y sanciones de todo aquel o aquella que viole las normas sanitarias con perjuicio de pacientes.
Hasta que esa institución no se aplique queda en manos de la sociedad buscar opciones de salud con garantías para no caer en manos de ambiciosos como le pasó a Eduardo Barreto y a tanta gente que no tiene el valor civil o la posibilidad de denunciar a los culpables de poner en riesgo la salud de la población.