El oasis en medio del desierto y playa es un área rica en flora y fauna única, es hábitat de especies protegidas y está propuesto para reserva de la biósfera en un proyecto promovido por la Comisión de Ecología para el Desarrollo Sustentable desde 2010.
Ahí, manos criminales les prendieron fuego a kilómetros del cañón con pérdidas incuantificables porque la riqueza natural no tiene precio salvo para quienes ven esos espacios como negocio sin considerar un criterio amigable con el medio ambiente.
Fue justo donde ya hay fincas donde se registró el incendio para unir prácticamente lo que dicen es propiedad privada con el área reservado en un plan siniestro que dañó y puso en riesgo uno de los grandes atractivos de San Carlos.
Averiguar quién fue el responsable es fácil, son pocos los que se asumen como dueños del destino turístico, sus tierras y sus playas, así que las autoridades no van a batallar mucho si quieren aplicar sanciones, lo que le corresponde a la Cedes, la Dirección de Ecología y Semarnat.
Lo malo es que todas esas dependencias son figuras de ornato que no son útiles en la conservación de las especies de esa zona, como lo son también las asociaciones ambientalistas y de protección a los animales que primero ven su conveniencia antes de tomar causas en las que están involucrados prominentes empresarios.
Por lo anterior y si no hay una actuación decidida por parte del gobierno, San Carlos está a punto de perder una de las más importantes y bellas zonas naturales del país por culpa de desarrolladores que ven la depredación como forma para hacer negocio sin pensar en el daño al ecosistema.