A la doctora Imelda Ramírez no se le puede atribuir las carencias en insumos y medicamentos de la cual adolece el seguro de la diez desde hace años pero sí las malas prácticas en perjuicio de derechohabientes y del personal médico que no ha resuelto porque no quiere.

Mucho se ha dicho del estilo poco ortodoxo para llevar las tiendas del nosocomio más grande de la ciudad, de su desapego a pacientes, de las quejas por soberbia, pero se le reconocía su nivel educativo de urgencióloga que representaba preparación y alto conocimiento.

Ahora se ha advertido la posibilidad de que la doctora no tenga una especialidad exigida en la Ley para ocupar un cargo directivo en la institución, se ha buscado su cédula en espacios de interés público y no hay dato alguno sobre ese antecedente de estudios.

De ser así, habría una grave omisión en el nombramiento de Ramírez en la estructura social y obligaría a sus superiores a separarla del cargo de inmediato antes de que se convierta en un problema legal para la delegación del IMSS, incluso para la dirección nacional a la que la doctora invoca cada que tiene un problema.

Mientras la especialidad de la directora sigue en investigación, los conflictos se agudizan en el hospital que vive el peor de sus momentos en cada una de las áreas y con una parte de la plantilla laboral que debe aguantar en silencio las acciones de una directora nada empática con sus subordinados, que ha sido señalada de favoritismos, hostigamiento y que si continúa con la presión puede llegar al rompimiento con trabajadoras y trabajadores de la salud que tienen a cargo la atención médica de derechohabientes, quienes al final del día son los que deben pagar el costo de la crisis que está a punto de estallar en el hospital de Guaymas.