Más allá de los discursos triunfalistas de gobernantes que no tienen la menor idea ni participan directa y activamente en la estrategia para evitar la violencia en las calles, conviene un balance sobre lo que se ha invertido y perdido durante cinco años desde el inicio de la estrategia de seguridad promovido por Alfonso Durazo Montaño como secretario de Estado.
El costo más alto es el de la vida de militares que llegaron a Guaymas para atender una circunstancia difícil como compleja que las autoridades locales no pudieron o no quisieron resolver por décadas.
Luego está el presupuesto con más de cien millones de pesos en el subsidio federal de seguridad, más la inversión en los grupos de inteligencia asentados en esta zona, sus operaciones, el gasto de la mesa de seguridad y el trabajo de cientos de elementos de fuerzas federales en operativos con resultados diversos, a veces exitosos, otras desastrosos, pero en general con trabajo constante del que no se ve pero que hoy se siente.
Y así como en este espacio se ha cuestionado y se seguirá señalando los yerros del gobierno en seguridad también se reconoce los dos meses de tranquilidad en Empalme y casi un mes en Guaymas, por lo que sea, la incidencia de asesinatos se detuvo, la escalada de violencia se contuvo y en las calles se respira otro aire en el intento de ciudadanos y ciudadanas de recuperar la confianza y volver a la normalidad en la que no había grandes sobresaltos ni policías en vehículos a toda velocidad de un lado a otro con balaceras todos los días.
En medio de un clima de cierta paz, se precisa destacar la labor de las autoridades que al menos unas semanas han logrado mantener dos municipios con la tranquilidad que tanto se anhelaba y que ojalá llegue para quedarse.