Basta recordar el desastre provocado por el empleado de tercer nivel en el período vacacional de primavera el año pasado cuando se le salió de las manos todo: primero se hizo una agenda solo, ni siquiera incluyó a la alcaldesa Karla Córdova para convocar a prestadores de servicios a los que les prometió de todo y luego cayó en el escándalo por la venta de tarjetones.

A la hora del trabajo y de recibir a miles de visitantes Lozano se desapareció nomás para confirmar su noviciado que dejó como saldo más desorden del acostumbrado en el bulevar escénico de San Carlos, pero eso no fue lo único que ha hecho mal.

A ese yerro le siguieron los encuentros con grupos políticos, acercamientos con otras instancias de gobierno sin avisar a sus superiores, las exigencias, los apoyos a ciertos y cuales eventos particulares y la promoción de un carnavalito que nunca estuvo en la programación oficial de la coordinación de festividades.

Por eso en más de una ocasión al comisario le han ordenado calma, no meterse en asuntos que no son de su injerencia ni pasarse por encima de las jerarquías y nomás no hace caso.

Ahora en los preparativos para el operativo de Semana Santa literalmente lo han conminado a no tomar una sola decisión ni vender tarjetones, ni tener acercamiento con prestadores de servicios ni actuar hasta no tener permiso del Palacio Municipal y no porque esté cooptado, sino porque lo que ha hecho le ha salido mal y lleva un fondo de política.

Con eso, el comisario de San Carlos se convirtió en el funcionario más caro del Ayuntamiento porque le pagan por no hacer y eso en tiempos de crisis es un lujo que no debiera caber en la 4T cuando hay tanta gente valiosa, con más voluntad y menos protagonismo para ocupar una posición importante en la promoción del destino turístico donde se confirma que no hay peor cosa que un inexperto con iniciativa.