Esta semana, la alcaldesa Karla Córdova ordenó cambios en la Dirección de Acción Cívica, que estrena titular en la persona de Alejandro Bustillos, quien se desempeñaba como subdirector de Ecología Municipal. A ese cargo llegó Alán Méndez, ex jefe de civismo en el Instituto Municipal de Cultura y Arte, en un enroque inteligente basado en la labor que los dos funcionarios realizaron durante ocho meses de administración. La presidenta evaluó sus perfiles y las necesidades de cada área para tomar la decisión de cambios que se habrán de replicar en otras dependencias como ya se ha dicho. Y el DEDO de la guillotina llega a vendedores ambulantes más temprano que tarde, lo mismo en algunas paramunicipales, lo que ya no debe sorprender a nadie viendo el estilo con el que gobierna la doctora. Servidora pública por más de quince años, sabe que hay errores tolerables por la incómoda burocracia que de pronto impide cumplir con proyectos y metas, como también conoce de faltas, que por más que se empeñen en resolver, ciertos funcionarios no van a poder porque no llenaron la expectativa inicial o por haberse mareado con el poder efímero en una administración que solo dura tres años. Es el origen de los movimientos constantes de los que no se salva nadie y ahí radica el mérito de la presidenta que ha mantenido la evaluación de funcionarios, desde los recomendados, los que ya estaban en nómina, hasta los más cercanos colaboradores, algunos de los cuales no aguantaron la presión y prefirieron irse rápido. Esos cambios van a continuar al menos hasta el primer informe de gobierno en septiembre, fecha en la que se inicia la etapa de la consolidación de proyectos y ahí sí ya no hay margen de errores porque cada nuevo nombramiento o corrección cuesta tiempo y dinero valioso cuando se trabaja por tres años solamente. Será hasta entonces que los ajustes se den en dependencias municipales y paramunicipales lo que al menos garantiza que no hay un solo servidor público que baje la guardia porque sabe que hay consecuencias de los actos de corrupción, lo que a futuro debe traducirse en una gestión transparente y más eficaz que las del viejo régimen.