Para suspender la ceremonia del Grito de Independencia, el presidente debió ponderar la desgracia de miles de familias damnificadas por las lluvias derivadas del Monzón Mexicano y solidarizarse con esa condición vulnerable por encima de la agenda oficial que tenía programado su primer acto en el mes de la Patria como jefe del Ejecutivo local.
Pero seguramente también pensó en la necesidad del comercio que no termina de recuperarse de la parálisis económica por la pandemia y que espera fechas de fiesta para elevar ventas.
Claro, en momentos de crisis se establecen prioridades y la de una primera autoridad es estar con la gente que más lo necesita, en este caso la balanza se inclinó hacia las personas que registraron daños y por tercera vez consecutiva se canceló el Grito de Dolores en Empalme porque finalmente siempre habrá tiempo para celebraciones y ceremonias cívicas, ahora lo que urge es salir adelante como municipio de la emergencia por los efectos de la naturaleza.
Ya sin compromisos el día de la Independencia de México, el gobierno tiene más tiempo para concentrarse en su propia evaluación de daños en calles y en servicios a fin de implementar un plan de acción en toda la ciudad, además de reforzar los bordos y llevar a cabo obras emergentes en las áreas más afectadas.
Esa labor debe ir acompañada con una gestión firme ante el gobierno de Sonora para que se rehabilite la red de drenaje en el centro y en colonias porque después de las lluvias el problema se volvió más grave e insoportable sobre todo en zonas escolares. Así que la decisión de no realizar la ceremonia patria es positiva y lo que sigue es poner manos a la obra para abatir los grandes pendientes que tiene Empalme y que lo ubican como zona de desastre.