Presidente de la República nacido en el puerto y tuvo años de intenso trabajo en los tiempos en los que había apoyo para las centrales y organizaciones, había poder, dinero y había buenos dirigentes. Hoy ni militancia hay, el edificio está olvidado, casi siempre solo, a veces sin luz otras sin agua y casi siempre sin esperanza porque lo que ahí prevalece es la decepción de quienes en algún momento confiaron en esas siglas y se quedaron abandonados por sus líderes.
Del museo que hubo en ese inmueble con piezas históricas nada se sabe, tampoco de los documentos y de las cosas que pudieron tener valor porque a nadie le importa cuando finalmente ahí nació una figura política importante para el país. Por eso y para dejar de dar lástima, el PRI debiera entregar la sede a quien sí valore su historia y mudarse a un lugar más chico y modesto, del tamaño de su poca fuerza, de sus aspiraciones y de su presupuesto porque para todos está claro que tiende a desaparecer por la mala imagen y el rechazo generalizado de la sociedad.