Preocupante resultan las agresiones armadas en zonas donde operan planteles educativos con cientos de niños y profesores para lo cual ya se ha desplegado una estrategia dirigida a proteger a estudiantes después de eventos lamentables. Pero lo peor está ocurriendo al interior de las escuelas públicas y privadas como consecuencia de la violencia en la que se ha desarrollado una parte de las nuevas generaciones.
Los videos de los pleitos han circulado por todo el país y los números son aterradores: desde el inicio del ciclo escolar ha habido tres menores de edad lesionados y casi treinta detenidos por faltas administrativas, la mayoría de planteles de nivel medio superior.
El caso más reciente es el de un adolescente de secundaria hospitalizado tras una agresión a golpes a la salida de clases en el sector San Vicente, incidente que no ha sido denunciado formalmente porque los padres del afectado se encuentran concentrados en la salud de la víctima y los directivos de la escuela no tienen conocimiento oficial de los hechos.
Como ese caso hay decenas en las últimas semanas y no se cuantifican la gran cantidad de niños afectados por el bullying, que no sufren golpes, pero sí un daño emocional severo que puede llevarlos a tener problemas graves de depresión y otras enfermedades difíciles de tratar.
En ese contexto se advierte la urgencia de que las autoridades impongan su poder para sancionar a quienes cometen faltas o delitos aun cuando sean menores de edad, pero la solución de fondo va más allá de un castigo en el Itama o en el centro de detención, se necesita fortalecer valores en la educación, no es posible que adolescentes, jóvenes y hasta infantes se provoquen daño entre ellos y la sociedad permanezca como simple espectador, sus maestros son en parte responsables y sus padres más porque la base de una correcta formación está en el hogar.
Antes de que haya consecuencias lamentables, los tutores de adolescentes tienen que reflexionar sobre el desarrollo de sus hijos, para retomar los principios de respeto, empatía, amor a la vida, solidaridad con el prójimo, porque solo así habrá esperanza de tener nuevas generaciones con valores sólidos que sienten las bases para tener una comunidad mejor.