07 Diciembre 2022 Escrito por  Armando Fuentes/Catón AGENCIA REFORMA

De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.- ¿Habrá irreverencia en el relato que en seguida narraré? No lo creo, por eso lo doy a la luz pública. Mas si acaso algún alma piadosa lo encuentra irreverente, le ofrezco mi disculpa más rendida.

Sucedió que por segunda vez Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo. Sintió sed, y sin saber en dónde se metía entró en una cantina. El tabernero lo reconoció inmediatamente. ¿Cómo no conocer a ese divino personaje de alba vestidura y majestad serena? Lo colmó de gentilezas y atenciones. En la taberna estaban tres sujetos, cada uno en su respectiva mesa. El primero era un norteamericano. Veterano de una de las muchas guerras que en este tiempo ha librado su país, una bomba lo dejó contrahecho. El segundo era un ruso. Combatiente en Ucrania, las esquirlas de una granada le llenaron el rostro de hondas cicatrices. El tercero era un mexicano. Había tenido un accidente en la fábrica donde trabajaba. Llevaba el brazo derecho metido en un paliacate a modo de cabestrillo. El norteamericano observó el trato que el cantinero daba al recién llegado y le preguntó: "¿Quién ser ese hombre?". Le informó el de la taberna: "Es nuestro Señor Jesucristo". "Oh My God! -exclamó maravillado el estadounidense-. ¡Llévele un whisky de mi parte!". El cantinero llevó la bebida a la mesa del divino personaje. Este fue hacia el norteamericano: "Gracias, hijo". Le puso la mano sobre el cuerpo y la deformidad del hombre desapareció: su cuerpo quedó derecho, erguido. El ruso notó aquello y llamó al tabernero. "¿Quién es ese camarada?". "Es Nuestro Señor Jesucristo". "Oh! -se asombró el ruso-. ¡Llévele un vodka de mi parte!". El del bar llevó el vaso. Nuestro Señor se levantó de su mesa y fue hacia el ruso. "Gracias, hijo". Le puso la mano sobre el rostro, y las cicatrices del individuo se borraron: su rostro quedó limpio. El mexicano vio eso y le preguntó al cantinero: "¿Quién es ese cuate?". "¡Ningún cuate! -profirió el cantinero-. ¡Es Nuestro Señor Jesucristo!". "¡Ah cab…! -se asustó el mexicano-. Llévale un tequila de mi parte". El del local llevó el tequila. Nuestro Señor fue hacia el tipo. "Gracias, hijo". Le puso la mano sobre el brazo. "¡No, no, no! -lo detuvo el mexicano-. ¡A mí no me hagas el milagrito! ¡Yo tengo 60 días de incapacidad en el Seguro!". El cuanto viene a cuento porque ahora el que muestra una gran incapacidad es el Seguro. La carencia de equipo, la falta de medicamentos, la escasez de insumos para la debida atención de los pacientes ha hecho que el IMSS tenga ahora problemas graves para llevar a cabo su misión. Haber hecho desaparecer el Seguro Popular por un mero capricho -uno más- del Caudillo de la 4T fue un error grave que ni remotamente ha podido subsanar el Insabi, o como se llame esa entelequia cuya existencia fantasmal es desconocida por la mayoría de los mexicanos. El pueblo por el que tanto se preocupa AMLO debe ahora recurrir a la medicina privada, pues en el IMSS no encuentra la debida atención a sus problemas de salud, y en pagar médicos particulares y medicinas de farmacia se les va a los pobres la exigua pensión clientelar que les regala López. También en este campo, el de las instituciones de salud pública, estábamos mejor cuando estábamos peor. Decirlo es muy penoso, pero sufrirlo más. El pajarito hizo el nido con un agujero en el fondo. Le explicó a la pajarita: "Es que de momento no quiero que tengamos hijos". Cuando el señor llegó a su casa su esposa lo recibió cubierta solo por un vaporoso negligé. "Vamos a la recámara -le dijo-. Te haré lo que me pidas". Preguntó, hosco, el marido: "¿Otra vez chocaste el carro?". FIN.

MIRADOR
Por Armando Fuentes Aguirre
Doña Chinta -Jacinta- la del rancho nunca se casó.
De joven, según me cuentan, no le faltaron pretendientes, pues era guapetona y hacendosa. Decían de ella los rancheros: "Así como es buena pa'l metate ha de ser buena pa'l petate".
Ella los rechazó a todos, incluso a Tacho, que tenía camioneta e iba a heredar la casa, los animales y las tierras de su padre, de quien era hijo único. Jamás admitió hombre. Una noche que Tacho, casado ya, tumbó a empellones la puerta de su casa e intentó forzarla, le metió en la panza una bala calibre .22 del rifle Mendoza que tenía sobre la chimenea "por si acaso". Si no se hubieran llevado a Tacho a Saltillo, al hospital, se le habría acabado la vida con aquella pildorita en la barriga.
La gente del rancho dice de doña Chinta:
-Vive sola.
Responde ella:
-No. Vivo conmigo.
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS
Por AFA
". López Obrador tendrá su línea aérea.".
AMLO no tiene descanso.
Hace otra superchería.
Seguro su compañía
se va a llamar Aeroganso.

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