16 Agosto 2022 Escrito por 

Los jonrones robados a Héctor Espino y Ronaldo Camacho

 

Ramón Montoya, el afamado “Diablo de Mexicali”, se recuerda, terminó su brillante carrera jugando con los Ostioneros de Guaymas en la Liga Mexicana del Pacífico, ya en plena debacle de su rica trayectoria.

Para muchos, el mejor jardinero central de todos los tiempos, tanto en verano como en invierno, y si no llegó a grandes ligas fue por la época que le tocó, con un mercado totalmente cerrado al talento latino.
Si bien es cierto, los Ostioneros de Guaymas tuvieron en sus filas a extraordinarios jardineros en esa posición, como el afamado “Cañitas” Moreno, Héctor “Súper Ratón” Zamudio, hasta llegar al inmenso Matías Carrillo, pero nadie, absolutamente nadie tan espectacular como Ramón “Diablo” Montoya, aunque hay que aclarar que cuando llegó a la franquicia de casa nunca fue titular, pues iba de salida, menos en una zona tan complicada como es el jardín central, pero vayamos al tema que hoy nos ocupa.
El 11 de agosto 1963, los Diablos vencían 9-5 a los Sultanes de Monterrey y en la novena entrada Leo Posada abrió con doblete, luego el pitcher Rafael Fabela dominó al emergente Alonso Perry con elevado al central.
Un nuevo emergente José Rodríguez pegó doble y Posada anotó la sexta carrera sultana. Subió a la lomita Eusebio Elizalde y Alfredo “Yaqui” Ríos lo recibió con doblete productor.
Seguía otro de los más grandes peloteros mexicanos de todos los tiempos Vinicio García y el mánager escarlata Tomás Herrera trajo a la lomita al estelar Ramón Arano, quien le dio pasaporte a Vinicio y al bat, anunció el sonido local, Héctor Espino, la muchedumbre guardó un respetuoso silencio, pues ya entonces se sabía del poder del cañonero de Chihuahua, aquello podría ser la voltereta, y mientras los corazones palpitaban a medio latir, Espino prendió el lanzamiento del “Tres patines” Arano y la pelota comenzó a viajar y elevarse, pero también en el terreno de juego “Diablo” Ramón Montoya comenzó a correr en busca de la esférica y, cuando esta amenazaba con irse del otro lado de la barda, surgió el guante de Montoya que en un gran esfuerzo atrapó la pelota mientras se estrellaba contra la barda de concreto, el alarido de la multitud fue enorme y Montoya antes de perder el sentido le dio la pelota a Héctor Rodríguez que tiró a segunda para completar la doble matanza.
El público, los Sultanes y los Diablos y todo ser viviente que escuchaba la transmisión rompió en un gran grito, que se escuchó hasta los infiernos, ya no digamos que en los cielos. Ahí quedó Montoya que fue llevado por sus compañeros y algunos aficionados a la caseta donde los doctores Villarreal y Zamora atendieron al valiente demonio que había logrado salvar a su equipo y de paso se había colado en la historia de las grandes hazañas beisboleras, junto a las proezas de Willy Mays, de Joe Dimaggio y de tantos otros héroes del Beisbol.
El único cuadrangular que no pudo conectar Héctor Espino.
En el caso del empalmense Ronaldo Camacho, según su propia descripción y de muchos aficionados de la época, debería tener en forma absoluta el título de jonrones en una temporada en forma absoluta, con 27 tablazos de vuelta entera y no compartida con Bob Darwin, de Rieleros de Empalme y Naranjeros de Hermosillo, respectivamente.
Claro, a Espino también le cortaron muchos jonrones los jardineros, pues a sabiendas de su poder, siempre le jugaron pegado a la barda.
Pero en este caso, no hubo fildeador de por medio. Sonó el tablazo y la esférica comenzó a viajar, pero justo a unos dos metros de llegar a la barda y a bastante altura, lo que anticipaba un claro jonrón, una paloma se atravesó al vuelo de la pelota y cayó al terreno para ser apenas un sencillo, ya que Ronnie había agarrado paso jonronero.
De no haber sido ese hecho tan meramente fortuito hubiera terminando la temporada con 28 cuadrangulares y la marca todavía estuviera vigente.

Super User

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