También, se dice que un anciano llamado Simeón, quien era traductor de la Biblia del hebreo al griego, dudó traducir la palabra “Virgen” tal cual, pues él creía que lo correcto era poner “mujer”. Justo en ese momento recibió una revelación divina en la que se le indicaba que no debía cambiar el significado de la Virgen y también que no moriría hasta ver al niño Dios.
Con la promesa de conocer al niño Dios, Simeón llevaba candelas a la Iglesia -como símbolo de la luz que traería el niño- hasta que llegó María con el pequeño Jesús en brazos y Simeón dijo “ya puedes dejar que muera en paz”, y cerró los ojos para nunca volver a abrirlos.
Arturo Cardoso, sociólogo e historiador de la FES Acatlán, señala que el festejo del día de la Candelaria en México es un sincretismo entre la cultura prehispánica, católica y judía que se ha modificado con el paso del tiempo.
Y es que, como vimos, hace mucho tiempo en el día de la Candelaria principalmente se celebraba la purificación de la Virgen, pero a partir de la primera década del siglo XX la celebración del niño Dios tomó muchísima fuerza en México igual que la idea de colocarle distintos atuendos.
Dentro de la tradición judía, en el libro del Vaikrá, se indica que las mujeres a los 40 días de dar a luz tenían que ir a la iglesia para purificarse y dar gracias a Dios con una paloma. Sin embargo, con el transcurrir de los años, la paloma se transformó en una candela y desde ahí, al 2 de febrero se le conoció como día de la Candelaria.
En cuanto a la influencia prehispánica Arturo Cardoso señaló que el día en el que la Virgen fue purificada y dio gracias en la iglesia, los mexicas celebraban el principio del Atlcahualo -inicio de temporada de siembras. En esta fiesta se llevaba a bendecir el maíz que luego se sembraría como tributo a los dioses Tláloc y Chachitlicuetl con el fin de obtener buenas cosechas.
Por lo anterior, en la época del virreinato y con la evangelización de los pueblos indígenas, hubo un sincretismo entre estas tradiciones y en México se volvió costumbre -en lugar de bendecir el maíz- comer tamales -como si celebráramos a Tláloc y a Chachitlicuetl- justo cuando se cumplen 40 días después del nacimiento del niño Dios.
Katia Perdigón, en su libro titulado “Mi niño Dios”, sostiene que la tradición de vestir a los niños Dios se deriva de la época del virreinato. Su investigación arrojó que quizá surgió a partir de una tradición que las monjas tenían en la época virreinal -estas monjas vestían a los niños Dios para presentarlos en la Iglesia, justo como hizo en su momento la Virgen-.