Su nombre se deriva de la unión de dos vías: “Junction”, que traducido al español significa Empalme.
El primer lugar de adoración religiosa fue el edificio que llamamos “el culto”, instalado en la confluencia de la avenida Héroe de Nacozari y calle Miguel Hidalgo, todo de madera según lo vemos cuando se nos presentan las viejas películas del oeste, careciendo la grey católica de un lugar propio para asistir a cumplir con sus deberes religiosos. Fue hasta el año de 1925 que se erigió “la capillita” de Guadalupe, construida con adobe, material que se usaba en esos tiempos.
A la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, la gente le decía “la capillita” de Guadalupe, porque esta allí se encontraba. Hace algunos años la Virgen del Tepeyac fue trasladada al templo de Bellavista. Refugio López Zárate “padre cuquito” es el presbítero recordado que ofició en “la capillita”. Trabajaba y estudiaba. Después de jubilarse del Ferrocarril del Pacífico recibió las órdenes sacerdotales. Era asistido en la casa de su hermana Carlota y su sobrina Carmelita.
“La capillita” fue durante muchos años el único lugar de adoración católica en nuestro entonces pueblo, habiendo sido testigo de la reciente historia de nuestra comunidad, ya que ahí se celebraban bodas, bautizos, misas fúnebres, en fin, todo lo relacionado con la religión católica, hasta convertirse temporalmente en escuela en la década de los treintas, ya que los templos se cerraron acatando las instrucciones federales y del Estado, nombrando juntas de vecinos encargados de la custodia de los santos, imágenes y demás bienes del culto. Carlos Moncada, autor del libro “Me llamo Empalme”, señala que como faltaban aulas, se dispuso que se impartieran clases a los niños en la capilla de Guadalupe. Ofendidos, en junio de 1937 los creyentes tomaron el edificio convertido en escuela y echaron fuera mesabancos y pizarrones. Por órdenes del gobernador Yocupicio, el inmueble quedó clausurado en tanto se apaciguaban los ánimos, basando la declaración en la nota del Periódico El Pueblo, con fecha 3 de junio de 1937.
Fotografías de la época evidencian la instalación de la campana, primero en la parte trasera y luego en la parte frontal de la capilla, el cambio obedece, quizás, al “grave” problema resuelto por el alcalde Miguel Sesma, ante las quejas de David Tello porque le molestaban las campanadas de la iglesia, de la que era vecino. Hizo llegar su protesta al secretario de Gobierno, Manuel C. Romo. Este, para quitarse de líos, la turnó a Miguel Sesma.
La generosidad del matrimonio conformados por la señora Gertrudis Pestaño Gómez y Reynaldo Maytorena Flores, abrigaron los trabajos de conservación de la capillita. Era inconcebible que siendo el primer sitio donde se evangelizó mediante el catecismo, se encontrara en condiciones lastimosas, por lo que, al contar con la anuencia del padre Rogelio López Román, se trabajó en la reparación del techo, el sistema eléctrico, el piso, además, de instalar refrigeración. Afortunadamente el compromiso iniciado en la década del año dos mil, continúa ofreciendo un mejor aspecto al lugar emblemático en la Ciudad Jardín.