Les llaman ladrones, pero su caso pudiera ser psicológico y hasta psiquiátrico considerando la recurrente práctica de robo de todo lo que tiene a su alcance con irregularidades documentadas en el ejercicio de su función de intendente o conserje.
En la primera escuela que estuvo lo señalaron de despojar a niños de su comida para recreo, espiarlos en los baños con fines de robo de prendas a estudiantes, por eso lo cambiaron a otro plantel donde también lo acusaron de lo mismo y hasta de vender material del aula de maestros.
Así ha sido la corta carrera de este hombre en el servicio público y continúa dando problemas ahora en un kínder cuyas madres de familia tomaron la escuela en protesta por los constantes robos cometidos por el mismo conserje a quien denunciaron por sustraer material de oficina y helado que iba a venderse en una kermés.
Como se advierte el hombre no necesariamente roba cosas valiosas, sino que se queda con lo que puede en casos que han sido subestimados por autoridades educativas con el argumento de falta pruebas como si fuesen la Fiscalía o un Juzgado.
Por eso en lugar de despedirlo, mejor lo cambiaron de escuela y en su lugar nombraron a otra persona para cumplir con limpieza en el jardín de niños donde se desató el movimiento de protesta en el que el gobierno no se metió de lleno a indagar la conducta del trabajador porque no hay evidencias.
No, la SEC no está para investigar robos, está para denunciarlos si se cometen dentro de un plantel educativo como es el caso y si no se animan, al menos que analicen la conducta de su empleado porque amerita una valoración médica al menos para descartar que sus malas prácticas sean patológicas. Pero ni denuncian ni estudian, para las autoridades el caso no existía hasta que mujeres valientes decidieron alzar la voz para exigir una solución a problemas creados en instituciones donde debiera haber garantías y seguridad para estudiantes y maestros.