En cuentas de Instagram y Facebook creadas por estudiantes de secundaria en Guaymas se promueve el odio, racismo y discriminación y no es contra adultos, profesores o directores, es entre ellos mismos.
Esos espacios los utilizan abiertamente para lastimar la dignidad de alumnas, humillar, difamar y compartir textos violentos con las fotos de menores de edad sin autorización. El contenido lleno de violencia está al alcance de cualquier persona y ni siquiera los controles de las redes sociales se han activado para eliminar los mensajes de odio plasmados por adolescentes que no miden consecuencias y necesitan orientación.
Esos estudiantes no saben el daño que provocan en las víctimas de tal sobre exposición, la afectación emocional, física y mental, que puede dejar secuelas de por vida si no hay un acompañamiento de especialistas lo cual también debiera aplicar para quienes promueven esos espacios para exhibir estudiantes porque su conducta antisocial obliga a una evaluación para determinar el origen y dar atención especializada.
Y aunque los y las responsables sean menores tienen que saber que lo que hacen es un delito y está duramente penalizado y que ya hay denuncias en la Policía Cibernética y las habrá en la fiscalía para desarticular a los grupos de odio que cometieron violencia y a lo mejor no reciban castigo por su edad pero si pudieran estar sujetos a un tratamiento de justicia especial para adolescentes.
Eso es lo correcto y lo que aplica en casos como los que se han presentado en dos secundarias de Guaymas por esos padres y madres de familia hoy más que nunca tienen la importante tarea de fortalecer lazos de comunicación con sus hijos para inculcarles el valor del respeto contribuyendo así a la erradicación de la violencia en las nuevas generaciones.