Porque así debe verse, como una tragedia social, el cierre de dos casas hogares que por décadas cuidaron y atendieron a millares de infantes, algunos desde su nacimiento y hasta su mayoría de edad.

En el caso del Rancho San Humberto, la clausura de operaciones tiene un fondo de intereses ocultos entre quienes lo administraron y aquellos que dicen ser enviados de Dios para hacer el bien, pero esconden una ambición capaz de dejar a menores de edad maltratados y solos sin una oportunidad de tener un espacio digno cerca de Empalme.

Encima, la casa hogar Hijos del Rey cerró sus puertas después de dar cobijo a niñas y niños con problemas en sus familias que tuvieron que ser reubicados en otros lugares lejos de esta ciudad donde aparte hay una investigación en proceso que limita la operación de la casa hogar Amor, Agua y Más.

Ahí, hay menos de 20 infantes y mientras siguen indagatorias las autoridades han optado por no canalizar pequeños hasta que se concluya el caso abierto por una denuncia de maltrato que no ha prosperado.

Y con más conflictos en hogares, con casos sensibles de abusos, con niños abandonados, descuidados y en situación de calle, las autoridades asistenciales no alcanzan a dar solución a este vacío creado por diferentes circunstancias en una región en donde el gobierno de hace algunos años se dio el lujo de cerrar una casa hogar que después se convirtió en un comedor para policías.

En ese sentido y ante la necesidad de apoyar a menores de edad para evitar su traslado a otras ciudades, las autoridades debieran establecer prioridades para darle un buen uso al edificio que se construyó para apoyar a la niñez maltratada o en riesgo que hoy tristemente no cuenta con espacios suficientes en Guaymas y Empalme para su resguardo y protección.