Y tan era una fuente importante de recursos que se la acabaron, con los años de ser un tesoro que no querían soltar, la CEA se convirtió en pesado lastre para autoridades estatales y un dolor de cabeza para el Ayuntamiento por el desabasto, la falta de inversión útil y malas administraciones para generar problemas que como gobierno local no podía resolver, pero tampoco existía interés de municipalización.

Suficiente tenía el Cabildo con la oscuridad, la violencia, un sindicato exigente y deudas propias para encima sumarle rezago ajeno. Hasta que en el sexenio de Claudia Pavlovich como parte del proyecto de la desalinizadora se habló de crear una paramunicipal para estar en condiciones legales de operar una planta construida por una asociación público privada y es así como se inició con el proceso de entrega que quedó en reuniones y la elaboración de un proyecto de viabilidad que le costó a Guaymas y Empalme.

Sara Valle dejó pendiente el trámite como tantas obras y en este sexenio la CEA y el Ayuntamiento ya le han dado la formalidad debida para iniciar con la esperada transición.

Decir que peor no se puede estar pudiera sonar mediocre e irresponsable, pero es la verdad, la CEA, así como está no le sirve a nadie, es una dependencia colapsada sin futuro si siguen con el mismo esquema de trabajo, por lo que el cambio es una oportunidad para mejorar, al menos estará en manos del Ayuntamiento y será una autoridad local la que tome decisiones en virtud de un alarmante desabasto y mala infraestructura.

Por el bien de los guaymenses, se espera que la municipalización del organismo operador sea el principio de una etapa nueva en la que se escuche a los usuarios y se resuelvan problemas por falta de agua.