La historia parece de una revista de moda, pero ocurrió en la Ciudad Jardín: una joven madre que deseaba recuperar la figura de soltera encontró una opción atractiva en precios y en resultados. Se trataba de una clínica de belleza cuya responsable, una profesional de la salud, era recomendada por amigas, grupos de estilistas y se promovía abiertamente en redes sociales con lo que no había duda de que fuese algo irregular.
La paciente se sometió a un tratamiento a base de inyecciones para mejorar la silueta, le dijeron que no era una práctica invasiva, no era una operación como tal, solo le administraron una sustancia para fortalecer músculos y como ella ignoraba el tema pagó por el servicio durante cuatro meses. Terminó en un hospital por una fuerte infección provocada por la reacción a una serie de medicamento para animales y por mala práctica de parte de quien, después supo, no tiene permisos para operar, es más, el lugar donde consulta no es ni clínica y ha estado fuera del radar de las autoridades.
Así como se oye, en Empalme hay un lugar clandestino que atiende a mujeres que tienen el legítimo interés de verse bien, pero no tienen el conocimiento para establecer la diferencia entre un trabajo de profesionales de la salud y una estafa cruel que casi lleva a la muerte a una persona común que tiene vergüenza de denunciar a pesar de tener evidencia del fraude.
Ese silencio no debe ser factor para que las autoridades sanitarias se mantengan al margen del desorden en los servicios relacionados con la estética, consultorios, clínicas de belleza hay muchas y todas deben ser verificadas de inmediato porque además ya hay un antecedente de un lugar que fue clausurado en Guaymas por carecer de licencias para la aplicación de botox y otras sustancias, así que no hay tiempo que perder, en estos momentos puede haber mujeres que no midan el riesgo que corren, pero para eso está el gobierno, para poner orden que frene a doctoras y doctores que violan las Leyes a la vista de todos.