Cuando el juez encontró culpable a Heriberto del asesinato de su pareja con premeditación, alevosía, ventaja, brutal ferocidad, le dictó 48 años, un mes y 15 días, lo que ahorita parece mucho en tiempo, pero no es comparable con lo que se ha ordenado en otros lados similares en el país.

Tan solo por el feminicidio de Ingrid en el estado de México, el responsable se hizo acreedor de una pena de 73 años y en otros juicios se ha determinado prisión de 60 años. Pero no, el juez decidió que Heriberto merece ese castigo y poco hay que hacer al respecto, al menos la familia de la víctima lo que desea es poner fin a la dura etapa del proceso legal en el que tuvieron que luchar por una serie de irregularidades cometidas por quienes dicen impartir justicia y proteger a las mujeres.

Y a pesar de que es difícil que el sentenciado salga del Cereso y que la pena es prácticamente condenarlo a estar encerrado lo que le resta de vida, sí se debe recalcar que el poder judicial ha sido demasiado considerado con el hombre que resultó culpable de un asesinato y que mientras exista debilidad en las instituciones, no se va a poder avanzar en la lucha contra la violencia de género.